¡Trojes! ¡Qué decir de este pueblecito de montaña hondureña! ¡Qué decir de esta semana de misión! Qué duro ha sido el final del viaje, aquí las lagrimas han llegado a nuestros ojos de impotencia. Y ha sido duro, vivir humildemente como vive esta comunidad, en la que dos de sus cuatro sacerdotes cada mañana se hartan de pastillas por los parásitos que tienen de compartir mesa con sus aldeanos.
Y es que este campo de misión es complicado, donde la fauna animal nos ha visitado cada noche y donde nuestras mosquiteras han hecho su trabajo. En la casa hemos tenido agua-tierra una media de 3-4 horas al día, con idas de luces también frecuentes y alejados de la comunicación y para llegar a las aldeas hemos estado por caminos de barrizales más de dos horas, más caminos y trochas… A quien no lo conozca, os contamos que es el campo de misión «mimado» de la Asociación en Centroamérica. Y con qué razón…En poco tiempo nos hemos vuelto a encontrar a niños que caminan horas y kilómetros para llegar a la escuela, con casas y aldeas sin luz, sin agua potable y sin las condiciones dignas para vivir. También hemos estado disfrutando en una aldea de una escuelita que construyó la Asociación: qué orgullosa me he sentido, no sabéis lo agradecidos que están con sus hermanos de España y lo que quieren a los voluntarios que año tras año han estado en ese campo de misión. No sabéis que satisfacción cuando te hablan y te dicen lo bien que se sienten porque llevamos años acompañándoles.
Volvemos con muchos proyectos, yo uno de los días no me podía ni dormir con tantos proyectos visitados, con tantas cosas que nos quedan por hacer y por sentirme tan afortunada. Qué recuerdos de Otuzco, que similitudes, la gente del campo, tan trabajadora, tan sufriente…
Rafa nos contaba como su vecino la otra noche iba con su hijo de 6 años enfermo en los brazos, otro en el caballo andando por la noche dos horas de viaje y mucha fiebre. O cómo a la hija de la otra vecina le picó una serpiente y en el camino se murió porque no llegaron a tiempo. Aquí nos van a presentar un proyecto de una clínica, ya tienen comprado el terreno, la comunidad de vecinos está trabajando a tope, son geniales.
Y es que Trojes ha cambiado mucho, o eso dicen, después del golpe de estado ha llegado la violencia, al ser frontera con Nicaragua los narcos han empeezado a llegar por el pueblo. Cuentan que la vida ha cambiado mucho, la celebración de las 7.00 de la tarde ha pasado a las 5.00, porque más tarde de las 6.00 a la gente le da miedo estar en la calle. Hemos escuchado algún que otro tiro por la noche, han «baleado» negocios que quieren abrir y en el único colegio que hay, los ‘mareros’ han introducido la droga y tienen amenazados a los profes. ¿La policía? Corrupta.
Pero cómo son los hondureños, allí siguen trabajando, proponiendo proyectos, celebrando y agradecidos por la vida. Fijaros que en todas las celebraciones dan gracias a Dios por la vida, y dan gracias a Dios por cada día. Y por contaros también, que aparte de visitar y escuchar a muchas comunidades contarnos sus proyectos, sus ilusiones, sus esperanzas también hemos estado de reunión con los jóvenes y no paro de pensar en Katarina que le gustaría ser médico, en Rosana que quiere seguir estudiando y no tiene dinero… Hicimos una dinámica con ellos y su mayor sueño era seguir estudiando, pero sabían que no era posible, no tienen recursos. También esta Teo, con ella viven 15 personas el techo se cae a pedazos… De verdad que no sabéis, ni os imaginais cuanto sufrimiento he descubierto en este viaje.
Pero también esto me hace y nos hace a ti que me lees corresponsable, yo he tenido la «suerte» de verlo y sentirlo en primera persona pero tú has tenido la «suerte» de leerme y te hecho partícipe de estas historias. Así que os animo a que sigamos reflexionando y a sentirnos afortunados en nuestro trozo de mundo que nos ha tocado vivir.
Gracias a Trojes vuelvo a valorar el agua, gracias a Otuzco la luz, a Honduras la Paz, a Nicaragua la acogida y al Salvador una iglesia que apuesta por los pobres.
Os quiero mucho.
Bea y Noelia