Luis Martínez, Albania
Llevo algo más de una semana en Kamëz, Albania, donde la vida va a otro ritmo del que estamos acostumbrados. Partiendo de la cultura, de la economía, de la religión… un país que tras la caída del comunismo en 1992 quiere despegar pero que desgraciadamente no lo consigue. Un lugar tan cercano, pero a la vez, tan lejos.
Al llegar aquí me recibió un país apagado, con calles llenas de basura, con albaneses que conducen como locos… Mi primer pensamiento fue que no sabía dónde me había metido. Era una mezcla de incertidumbre, miedo e ilusión.
Al día siguiente comenzó la aventura, una aventura llena de viajes y carretera. De una iglesia a otra, desde Arrameras a Luzhe, pasando por Kasalle o Tirana, la capital. Aquí no paramos: cuatro días en semana vamos a Arrameras, donde celebramos la Eucaristía con las monjas que tienen una residencia con 12 mujeres y niñas con discapacidad intelectual. También acompañamos grupos de oración con madres y abuelas que rezan por sus hijos, hacemos visitas a las familias para compartir con ellas y bendecir los hogares…
Cada sábado vamos con la furgoneta a recoger a los jóvenes y niños en diferentes puntos de Kamëz. Forman un grupo muy numeroso y a la vez muy involucrado en la vida parroquial, participando de todas las celebraciones con una disposición espectacular.
Una de las mayores sorpresas que me he llevado es la distribución de las edades, un país en el que apenas el 10-15% son católicos y la gran mayoría son niños, jóvenes y ancianos. Esto lleva a pensar que aquellos que vivieron previamente a la dictadura o después de ella son los que libremente han podido acoger a Dios en sus vidas.
El pasado martes, en la parroquia de San Alfonso, llevamos a cabo una campaña en la que Genti, un chico albanés que acaba de terminar la carrera de enfermería, y yo como recién graduado en medicina, abrimos las puertas de la parroquia para que todos los interesados viniesen a tomarse la tensión, explicarles qué era, cómo controlarla y dar determinadas recomendaciones para evitar problemas y complicaciones en un país en el que el acceso a la sanidad es muy limitado.
Una situación llena de emociones, de realidades totalmente desproporcionadas a las esperadas, una experiencia totalmente increíble. Un país que te deja sin palabras.