Juan Luis, Lima (Perú)
Ya van hacer 10 días de mi llegada, muchas han sido las emociones vividas, tantas que es difícil de resumir en una sola carta. La llegada a Lima fue el primer choque, ya simplemente la forma de conducir era diferente, las casas a ambos lados de la carretera, el asfalto, las aceras, todo, aunque muy parecido, sutilmente diferente, no podría explicar exactamente que era lo mas diferente, es como una sutil diferencia que produce grandes efectos.
Los primeros días fueron duros, para que mentir, nada más llegar nos pusimos manos a la obra. No tuvimos mucho tiempo ni para preocuparnos por adaptarnos a los horarios, por el cansancio, dormíamos cuando teníamos que dormir, comíamos donde teníamos que comer, eramos simples corderos llevados por el pastor allá donde dispusiese.
Aun siendo agotador, han sido gratas las sorpresas que recibí, el contacto con los niños me hizo darme cuenta de mi primera idea errónea. Me esperaba niños conflictivos y disruptivos propiamente dichos, pero para mi sorpresa lo que encontré fue niños incomprendidos, niños poco valorados, donde su opinión era percibida como irrelevante, necesitados de afecto y diversión.
Una de las primeras cosas que se me quedaron grabadas en la mente fue con unas dinámicas de un grupo de niños de 3/4 años, cuando íbamos a leer un cuento, al yo sentarme en el suelo, los niños corrieron a sentarse tumbados en mi y cogiéndome los brazos y las piernas.
Esto que podría ser algo insignificante, para mí fue un gran golpe, y sobre todo teniendo en cuenta que segundos antes estaban chillando y pegándose entre todos. Es esa falta de cariño, falta de atención que cualquier niño necesita, no sé, no sabría como explicarlo, pero en ese momento sentí como algo dentro de mi se hacia más pequeño.
Como he comentado antes, los primeros días fueron difíciles, sobre todo por mi sentimiento de en realidad no saber que estaba haciendo en Lima. Vine con unas expectativas muy altas, sobre todo con el gran trabajo que nos habían preparado, pero después de cada charla, después de cada dinámica, sentía que no estaba aportando nada, que la comunidad daba mucho por mi, y que yo no estaba devolviendo nada, ni como persona ni como psicólogo, me sentía, sinceramente, inútil.
Fue la escena comentada antes, los niños abrazándome, donde me di cuenta de que mis objetivos eran desmesurados, en el poco tiempo que yo iba a pasar en lima no podía abarcar objetivos como psicólogo, pero si como persona, me di cuenta de que escucharles, estar con ellos, aunque ciertamente parezca absurdo, para ellos es mucho.
Fue grandioso ver como niños y madres jugaban juntos, como se iluminaban las caras tanto de los adultos como de los mayores, como nos daban las gracias, de corazón, y como individualmente venían hablarnos y a pedirnos consejos mas concretos.
Pero sin duda lo que mas me marcó fueron dos simples frases, de dos simples niños, caminando por una calle cualquiera y hablando de temas diversos. La primera de ella, cantando la canción de «y yo sin ti, y tu sin mi, yo no puedo ser feliz» a lo que la niña respondió: «Mami eso no es cierto sí se puede ser feliz». La niña apenas tendría 5 años.
El siguiente, un niño, con 9 años, tras escuchar la frase, «yo no puedo hacer esto» acto seguido respondió, «esa frase no se dice, claro que puedes».
¿Cómo unos niños con tantísima consciencia pueden ser tan poco valorados, tan poco escuchados y tan poco tenidos en cuenta? ¿No es normal que unos niños así, ante el silencio al que la sociedad les somete sean «hiperactivos» o como «agresivos?
Ya me gustaría escuchar en España esas frases de unos niños tan pequeños, ver las plazas llenas de jóvenes haciendo deporte, bailando, cantando. Ya me gustaría notar que los jóvenes españoles tienen la misma conciencia del mundo, y de la realidad como los que me he ido encontrando.
Si tuviese que resumir todos estos días en una imagen, reproduciría una escena que presencia en Santa Rosa, era simple y hermosa, por desgracia no tenia el móvil cerca para poder inmortalizar el momento, pero sin ninguna duda se quedara guardado para mi junto con esas dos pequeñas grandes frases.
La imagen únicamente estaba configurada por los tonos grisáceos de las casas a medio construir de una montaña hiperpoblada, y una mariposa, una pequeña mariposa a amarilla en todo el centro, que ante tanto color gris destacaba de una forma hermosa, me recordó a lo que conozco de este país, a simple vista, pobreza, violencia, separaciones, pero si observas mas detenidamente, una inmersa belleza, una gran esperanza de cambio, una gran felicidad y sonrisa.
Porque es cierto, aunque muchos en España tengamos mas recursos económicos, y pasemos por menores desgracias, aquí se nota unión, te saludan por la calle, personas que no conoces se paran a compartir contigo cualquier anécdota, te escuchan de corazón y te cuentan con ilusión. Te dan hasta comida de su plato, sabiendo que es menos comida para ellos entre otras mil cosas mas.
En resumen, como una mariposa en medio de un mar de grises.