Comunicación AS, Madrid
El proyecto Daniela que las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor mantienen en Las Palmas de Gran Canaria es una muestra de cómo realidades terribles como la trata de personas pueden estar mucho más cerca de lo que cualquiera nos podamos imaginar, combinadas con problemáticas muy variadas y situaciones que necesitan una respuesta, que en el caso de este proyecto, vincula a laicos y religiosas.
Una casa de acogida con atención las 24 horas para mujeres que son víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual y un programa de sensibilización a la sociedad canaria son las dos líneas de este proyecto, la última fase de un trabajo que las Oblatas han realizado en esta zona durante años, antes en colaboración con Cáritas a través de un centro de día.
“Este programa lleva cinco años, muy poquito. Surgió con el apoyo de la comunidad laica, después de conocer la realidad y haber buscado una forma de dar respuesta desde hace tiempo”, explica Asunción Bartolomé, OSR, que detalla que forman parte del proyecto nueve trabajadores laicos junto a la comunidad oblata.
En la casa hay unas quince plazas para mujeres con sus hijos, donde la mayoría de las que se hospedan y que son víctimas de trata de personas proceden de países africanos, aunque también de otras naciones. La llegada de inmigrantes a través de pateras desde África, aunque no aparezca en los medios informativos con la misma intensidad que a principios de la década del 2000, sigue siendo una realidad en el archipiélago canario.
“La semana pasada llegaron dos pateras, lo que ocurre es que no sale todo en los medios. Hace poco salió una que interceptaron en el mar. No es la situación de hace diez años, ni llegan tantas como entonces, pero siguen llegando. Las mujeres africanas suelen llegar por esta vía”, apunta Asunción. Cuando llegan mujeres a la costa que la policía entiende que pueden tener indicios de trata, son enviadas al proyecto Daniela.
«Hacemos formación y sensibilización en centros educativos,
pero también con profesionales como los policías»
La segunda clave del proyecto Daniela se basa en la formación y la sensibilización de colectivos tanto escolares (a partir de 3º de la ESO en adelante) como universitarios y policiales para facilitar tanto el rechazo de la violencia de género por parte de los alumnos como la actuación más certera en contextos de prostitución de las autoridades policiales.
“Hacemos formación y sensibilización en colegios, institutos y universidades; también con profesionales como los policías”, apunta Asunción.
Atención especializada a las mujeres
La emigración no es el único origen de las mujeres que son atendidas en Daniela. También hay mujeres españolas o de otros países vinculadas al ámbito de la prostitución y que buscan otra salida para sus vidas. Las Oblatas entran en contacto con ellas a través de la colaboración con los servicios sociales o por el trabajo de campo en las calles, los clubes de alterne o los pisos en los que se ejerce la prostitución.
Una vez la mujer entra en el proyecto, el equipo sabe que no tiene tiempo que perder. Para aquellas que llegan del extranjero, el primer paso es solicitar la documentación y aprender castellano para facilitar su integración.
“También se hacen talleres terapéuticos, terapia personal, de vida. Acompañamos el proceso de investigación policial y jurídica en el caso de las redes de trata. Al ser víctimas, la policía pone en marcha una investigación”, detalla Asunción Bartolomé.
Las diferencias culturales también tienen que ser tenidas en cuenta en esta acogida, ya que las procedencias de las mujeres son muy diversas. “Eso nos exige tener distintas orientaciones, medir los tiempos y la metodología. Es muy distinto trabajar con una mujer africana que con una mujer canaria, por patrones culturales y valores. Intentamos que ellas sean las que marquen los pasos”, agrega.
Las problemáticas son tan variadas que también pueden incluir casos de adicciones –que suelen afectar más a las mujeres españolas que a las extranjeras- o problemas de exclusión social severa. Para estos casos realizan también acogida de prevención y han puesto en marcha un piso tutelado para apoyar los procesos de rehabilitación o integración social de estas mujeres.
En cualquier caso, en el proyecto Daniela buscan no forzar procesos ni generar dependencias. Por lo general, las mujeres suelen pasar un año en el proyecto, aunque dependen de la situación de cada una y sus necesidades. “Intentamos que sean ellas las que lo marquen», plantea Asunción Bartolomé.
Detectar las realidades
La experiencia de las Oblatas en el trabajo de calle también les permite ser ágiles a la hora de encontrar a qué realidades deben dar respuesta. Ese mismo trabajo les permite tener un conocimiento muy certero de las situaciones y adaptarse a las nuevas formas que adopta la prostitución y la trata.
«No solo hablamos de la prostitución de calle,
que se ve, sino la que está invisibilizada»
“Antes teníamos con Cáritas un centro de día en zonas de prostitución. Seguimos haciendo ese trabajo de calle, porque es un pilar para conocer a las mujeres. No solo hablamos de prostitución de calle, que hay mucha, sino también pisos en los que se ejerce, que es algo muy invisibilizado. Es una prostitución que no se ve, pero que puede generar que las mujeres estén más oprimidas y violentadas”, revela la religiosa.
Me interesa el voluntariado
Dios los bendiga