Comunicación AS, Madrid
En la Asociación para la Solidaridad estamos acostumbrados a apoyar proyectos, a asumir con nuestro esfuerzo económico las proposiciones de desarrollo que nos llegan desde Honduras, Perú, México, Colombia, Angola, Costa de Marfil o incluso desde nuestro propio país. Lo hacemos porque sabemos que son peticiones que surgen desde la necesidad y con el objetivo de mejorar una situación, con contrapartes que saben dar a la solidaridad el mejor cauce.
Pero eso no es óbice para que no nos motive recibir el eco positivo de estos esfuerzo, como nos ha ocurrido hace pocos meses desde Medellín (Colombia), desde donde nos han llegado los testimonios de Joani, Ana Mildred, Ana Milena y Conny, que nos han contado cómo han cambiado sus vidas tras su paso por el Centro de Acogida y Capacitación la Esperanza que dirigen las Hermanas Oblatas y con las que ha colaborado AS Granada. Gracias a su testimonio, os podemos contar quiénes son y cómo este proyecto ha cambiado sus vidas.
Sus historias son duras, pero las relatan desde la paz de haber recobrado su lugar en el mundo. «Llegué al mundo de la calle a la temprana edad de 15 años, por una violación. Me refugié en las drogas y vendía mi cuerpo», explica Ana Milena. Fue una compañera de la calle la que le presentó a las hermanas.
«Ellas me ofrecieron un cambio de vida: estudié confección y belleza, ahora soy otra persona gracias a ellas. Ya no consumo drogas, tengo un hogar con dos hijas, puedo seguir luchando para dar buenos ejemplos y valores a ellas. Ahora estoy trabajando en una empresa de confección hace nueve meses», explica esta mujer, que nos pide que sigamos apoyando este tipo de programas.
«Me han ayudado a entender que debo quererme, que soy capaz, que soy fuerte»
Para Joani la clave de su paso por el proyecto de las Oblatas en Medellín ha sido el crecimiento personal. «Me han ayudado a entender que debo quererme, que soy capaz, que soy fuerte, que puedo salir adelante y lograr lo que quiera en esta vida. Pienso que si las Hermanas Oblatas no hubiesen llegado a mi vida, jamás hubiese tenido el futuro que tengo en este momento. Me siento capacitada para intentar cualquier situación de la vida», asegura.
Ana Mildred recuerda cómo aprendió con las Oblatas el oficio de peluquera, en el que ya lleva 13 años, gracias a este proyecto del Centro de Acogida y Capacitación la Esperanza, que lleva en marcha desde 1993. «Doy gracias a Dios por haberlas puesto en mi camino y haber aprendido este oficio del cual me siento ahora muy orgullosa y del cual vivo», explica.
Por su parte, Conny define su paso por el proyecto como «una bendición», en el que aprendió su oficio de costurera, que ahora le permite trabajar y sacar adelante a su familia. «Estoy muy contenta y agradezco mucho a la gente que apoya este programa de las Hermanas Oblatas, porque muchas personas nos beneficiamos de este proyecto. Les pido que nos sigan apoyando porque somos personas que realmente lo necesitamos», finaliza.
Son los sonidos de las vidas transformadas por un proyecto de las Hermanas Oblatas en el que desde AS hemos puesto nuestro granito de arena para propiciar el cambio en las vidas de estas personas. Esperamos seguir haciéndolo en otros lugares y situaciones.