A media hora del inicio del musical de Sevilla 28, en esos camerinos improvisados que son la sacristía y la cripta de la Parroquia de los Redentoristas de Nervión, una treintena de jóvenes se ponían unos a otros la purpurina de colores en las mejillas. Más allá, la hechicera Karibu -que daba nombre a este décimo musical solidario- engarzaba las últimas plumas en el final de sus trenzas. Al otro lado del altar que se tranformó en escenario, una iglesia abarrotada esperaba la magia de cada año en la noche en la que el crucificado de Ortega Bru mira desde las alturas de la nave central cómo el barrio vuelve a ser niño.
Las voces tribales resuenan en las aristas de un templo a oscuras en el que van emergiendo los elementos de la creación del mundo entre luces negras, ante la presencia del orden y la luz. Siluetas creadas con mimo por el equipo de decorado que lleva semanas con las mangas manchadas de pintura fluorescente. Y de la tiniebla brotan las fuerzas que gobiernan el universo, los ángeles que aquí se llaman malaikas y que controlan el tiempo, la muerte, la fuerza, el amor y la locura.
Y cuando menos te lo esperas, ya estás dentro de la historia. Porque en este viaje en el que el Caos lo gobierna todo y el Amor es la más frágil de las fuerzas del mundo, el malaika de la Música ha sabido engañarte con canciones y bailes para que no puedas despegar la mirada del altar. Suena en el eco infinito de la parroquia la súplica hermosa a cappella del ‘Sálvalo’ de Los Miserables, ante un Amor que es ingenuo y al que el Caos, veneno mediante, ha vuelto mortal. Un Caos que se proclama rey del universo ante la ausencia del Amor a los sones de ‘Preparaos’ de El Rey León y que motiva un viaje de los malaikas a través de tierra y mar, hasta llegar a un colorido fondo marino en el que aguardan una treintena de animales que, desde el fondo de la iglesia, van derrochando la alegría de ‘Bajo el mar’ de La Sirenita.
Y, en medio de la desolación de un mundo sin Amor, llega la Esperanza, que es la forma que tiene el Amor de decirnos que una vida sin él no tiene sentido. Y esa Esperanza se viste de la grandiosidad de la música de ‘Él vive en ti’, de ‘Si tienes fe’ y de la delicadeza francesa de ‘La nuit’, donde esa Karibu de cueros y abalorios hace aflorar las primeras lágrimas entre el público. Las lágrimas que ya será difícil retener cuando lleguen en la escena seis los personajes que han desfilado por este proscenio en la última década. Cuánto ha llovido desde aquellos Doc y Marty que nos llevaron de viaje por el tiempo, ese Doc que 10 años más tarde ha vuelto al mismo lugar desde Alemania. O del Willy Fog que nos retó a un viaje planetario de 80 días, o a las inmortales Duquesa de Argo y su criada Charijuani, que anoche trajeron la carcajada limpia que tenía ecos de otro musical de hace años, ‘El minuto de oro’.
Esta noche el Tiempo da una segunda oportunidad al Amor para no sucumbir, la Muerte frena al Caos y la bendita Locura y la Música están al mando. En un suspiro pasa la noche, como siempre, y cuando a los jóvenes de Sevilla 28 se les ha caído la mitad de la purpurina de las mejillas, a Karibu se le entrecorta la voz en la última frase, esa en la que le da las gracias a los asistentes por diez años de solidaridad. Y con esas palabras que se rompen en el silencio de la noche, a los actores tras el telón se les desata el conflicto entre la sonrisa y la lágrima. Que diez años no son nada, y al mismo tiempo lo son todo.
Anoche la Luz gobernó a la Oscuridad que a veces nos gana la partida en nuestro día a día. La Muerte solo fue una fuerza necesaria que nos recuerda que hay que vivir cada momento como si fuera el último, y no un terrible jinete del Apocalipsis. El malaika del Tiempo nos llevó diez años atrás con ese Delorean y paró el mundo durante una hora y media para que regresáramos a nuestra infancia; y el de la Locura tomó los corazones de estos jóvenes para que lo que les ha quitado horas de sueño durante dos meses se hiciera realidad, inspirados por ese motor de las emociones que el malaika de la Música conoce bien. Y al final, solo quedó el Amor. El Amor que embriaga y que duele, que posee y que mueve el mundo, y que hizo que anoche se recaudaran 7.400 euros a pesar de que el precio de esta noche de ilusión lo elegía cada uno de los asistentes. El Amor que tiene su vestido más humilde en la Solidaridad fue el que hizo que ayer se batieran todos los récords de estos diez años, alcanzando los 7.400 euros -el máximo recaudado estaba en 5.200- que irán íntegros para Asociación para la Solidaridad, que creará un centro para la mujer y la familia en la periferia de Tirana, en Albania, que acaba de sufrir esta semana un terrible terremoto.
El Amor tiñó los pinceles de los decorados y las tijeras de las madres que cortaron las telas del vestuario, el Amor estaba en cada paso de baile y en cada voz secundaria de cada canción. Y el Amor, como una Campanilla de Peter Pan, roció de purpurina en esta noche las mejillas de los actores para darles el poder de volar hasta los corazones del público. Sí, diez años no son nada y lo son todo. Diez años de milagros construidos con música y mucho trabajo, diez años de noviembres mágicos, de esa familia gigantesca de jóvenes y no tan jóvenes que saben que el mejor camino para llegar al milagro es la Alegría. Por otros diez años más.
Miguel Pérez
Nervión al día
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